En su barrio Juan desarrollaba una intensa actividad, aunque su frente específico era el fabril. Previendo el futuro, había preparado su vivienda como posible teatro de combate. Había ideado y construido un sistema que electrificaba toda la carpintería metálica y el techo de chapa. Además, tenía una escopeta conectada a una carga, de manera tal que se accionara ante un probable intento de forzar la entrada. También había construido un refugio en el techo de su vivienda para disparar desde allí. La casa estaba rodeada de elementos explosivos del tipo “cazabobos”.

A las 23 horas del día viernes 17 una numerosa comisión policial -de las AAA- rodeó su casa y le intimó a entregarse. Su padre salió a recibirlos diciéndoles que no sabía donde estaba su hijo, pero Juan desde adentro le pidió que “no se metiera”. El padre fue detenido (ver "Martiniano").

La comisión policial quiso ingresar violentamente en la vivienda, y uno de sus integrantes recibió el efecto de los “cazabobos”. A continuación se produjo un enfrentamiento, con un intenso tiroteo, que duró parte del día 17 y el 18 de octubre. Ante la feroz resistencia que Juan opuso, los efectivos policiales solicitaron la ayuda del Ejército (Regimiento 7 de Infantería), y éste se hizo presente con un mortero. En la mañana del domingo 19 sus vecinos se juntaron y le pidieron a la policía que cesara el ataque. Ésta los arrinconó en un campito, tomó como prisioneros a los más indignados y aprovechó para desvalijar las casas del barrio; Juan seguía resistiendo.

A las 11:55 de ese domingo dispararon con el mortero y luego dinamitaron la casa. El número de efectivos policiales llegó, en algunos momentos, a más de 100, reforzados además por patrullas del Regimiento 7 de Infantería del Ejército (ver "Transmisión e informe de la DIPPBA").

Así, durante todas esas horas, Juan y sólo Juan -pues nadie estaba con él- resistió el asedio, con una escopeta, una carabina 22 y un revólver 38. En ningún momento pidió ni dio tregua.

Según cuentan algunos vecinos, una vez que la vivienda era todo escombros, los efectivos se internaron entre ellos y, en medio del silencio que ya cubría todo el escenario, se escucharon dos o tres últimos tiros.