Homenaje

por Inés Izaguirre*
Octubre de 2007

Juan Martín Jáuregui, obrero revolucionario. Aniquilado “legalmente” el 19 de octubre de 1975, en su casa del barrio El Retiro, dinamitada en La Plata por las fuerzas de policía y Ejército, apenas 13 días después del Decreto presidencial 2772, cuyo texto y cuyas firmas deberemos recordar cada vez que se intente falsificar la historia de las luchas revolucionarias del campo del pueblo.
Lo que queda de su diario de militancia es el registro de los 40 días previos a su muerte. Pocas veces un texto tan sencillo, tan objetivo, tan puntual, me ha despertado un respeto y una emoción tan profunda. Porque es real, porque es el reflejo de la conciencia de un obrero revolucionario, tal como los intelectuales solemos imaginarlos.
Un militante “de toda la vida”, su breve e intensa vida de 43 años, con una voluntad de cambio permanente, solidaria, que cree en el desarrollo de la conciencia obrera, que discute y se enfrenta a sus propios compañeros de organización porque no se hacen presentes en la gran fábrica en huelga, mientras percibe el desaliento y el miedo de los obreros en lucha. Que reclama poner el cuerpo junto a las bases. Que tan sólo 30 días antes de su ejecución, luego de repudiar la presencia del burócrata de turno que se autopropagandiza ante los huelguistas, y de haber participado con ellos de una peña solidaria, para juntar fondos y reunir a los compañeros, reflexiona: “¡Qué desastre! En la peña se tomó vino y se vivó a los patrones. Y no se dijo una sola palabra del conflicto!”. Este es el subversivo, el hombre peligroso. Seguramente el partido del orden no se equivocó en el calificativo. Por eso necesitó más de 100 efectivos y una brigada de explosivos para aniquilarlo. Y lo cercó durante dos días, mientras Juan Martín, un solo obrero revolucionario, los esperaba para librar el combate. Probablemente sin conocerlas, él había hecho suyas las palabras de Brecht, enunciadas en el clima lleno de presagios de la Alemania de 1930:

“No acepten lo habitual como cosa natural.
Pues en tiempos de desorden sangriento,
de confusión organizada,
de arbitrariedad consciente,
de humanidad deshumanizada,
nada debe parecer natural,
nada debe parecer imposible de cambiar."


*Socióloga y Licenciada en Filosofía.
Profesora consulta de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Miembro directivo del Instituto Gino Germani.
Miembro directivo de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (AEDH).
Escritora e investigadora.